“Y las tribus de Israel enviaron varones por toda la tribu de Benjamín, diciendo: ¿Qué maldad es esta que ha sido hecha entre vosotros? Entregad, pues, ahora a aquellos hombres perversos que están en Gabaa, para que los matemos, y quitemos el mal de Israel. Mas los de Benjamín no quisieron oír la voz de sus hermanos los hijos de Israel, sino que los de Benjamín se juntaron de las ciudades en Gabaa, para salir a pelear contra los hijos de Israel.”
Con estas palabras y acciones vemos algo que terminaba casi en la eliminación de la tribu de Benjamín y la muerte de más de 40 mil personas en la nación de Israel. En verdad el libro de Santiago nos dice “Así también la lengua es un miembro pequeño, pero se jacta de grandes cosas. He aquí, ¡cuán grande bosque enciende un pequeño fuego! Y la lengua es un fuego, un mundo de maldad. La lengua está puesta entre nuestros miembros, y contamina todo el cuerpo, e inflama la rueda de la creación, y ella misma es inflamada por el infierno.” Santiago 3:5-6 Las palabras fuertes de Israel provocaban las acciones fuertes de Benjamín, preparándose para la guerra. Y guerra había, guerra feroz, guerra sin misericordia. ¿No hemos visto (lamentablemente) tal clase de cosa entre los hermanos congregados al nombre del Señor? Cada lado profesando algún motivo bueno por sus acciones, pero fin de todo, muchos heridos que pueden ser llamados “inocentes.” Y aunque nadie es inocente, sabemos que muchos que no hubieran sido involucrados en esta clase de cosa llegan a ser participantes y sufren las mismas consecuencias.
“Se levantaron, pues, los hijos de Israel por la mañana, contra Gabaa. Y salieron los hijos de Israel a combatir contra Benjamín, y los varones de Israel ordenaron la batalla contra ellos junto a Gabaa. Saliendo entonces de Gabaa los hijos de Benjamín, derribaron por tierra aquel día veintidós mil hombres de los hijos de Israel.” ¿Quién ganó esta batalla? Pues, ¡los mismos que rehusaron juzgar la maldad! ¿Había en Benjamín simpatía por la clase de maldad cometido en su presencia? La escritura no nos dice y nunca otra vez escuchamos una palabra acerca de los malvados homosexuales con quienes originaba el pecado que había enojado a la nación. Solo vemos como fueron ofendidos para pelear contra sus hermanos. Así vemos que la falta de auto-juicio antes de empezar de juzgar la maldad puede resultar en muchas heridas.
La nación de Israel empezaba a entender su situación grave delante de Jehová y la segunda vez, había lágrimas. “Mas reanimándose el pueblo, los varones de Israel volvieron a ordenar la batalla en el mismo lugar donde la habían ordenado el primer día. Porque los hijos de Israel subieron y lloraron delante de Jehová hasta la noche, y consultaron a Jehová, diciendo: ¿Volveremos a pelear con los hijos de Benjamín nuestros hermanos? Y Jehová les respondió: Subid contra ellos.” Acaso pensaríamos que ahora van a ganar, pero no, la segunda vez fueron derrotados por Benjamín una vez más. Esta vez, cayeron diez y ocho mil de Israel. ¡Tantos muertos! ¡Matados por sus propios hermanos! ¿Puede haber cosa más triste?
“Entonces subieron todos los hijos de Israel, y todo el pueblo, y vinieron a la casa de Dios; y lloraron, y se sentaron allí en presencia de Jehová, y ayunaron aquel día hasta la noche; y ofrecieron holocaustos y ofrendas de paz delante de Jehová. Y los hijos de Israel preguntaron a Jehová…” Por fin vemos que había una humildad de conciencia universal entre el pueblo de Dios. Vinieron a la casa de Dios y a la presencia de Jehová, y vinieron con ayuno y ofrendas. En el ayuno vemos el deseo de concentrar sin la distracción de la comida. Entre nuestros hermanos de la India, donde tienen enemigos fuertes de los hindús idolatras y los musulmanes que aborrecen a los cristianos, ellos se juntan para ayunar y orar antes de salir en la obra evangélica. Acaso nosotros que vivimos en las tierras supuestamente cristianas donde hay más libertad y no hay miedo de la persecución podamos aprender una lección de nuestros hermanos indios. Es interesante que la nación ofreciera las ofrendas el holocausto (todo quemado para Jehová) y la ofrenda de paz. Hubiera yo pensado que convenía más la ofrenda por el pecado, pero no hay ofrenda más elevada que el holocausto en que vemos a Cristo ofreciéndose solo por la gloria de Dios.
Vemos después que la victoria fue ganado, y en la forma que usaron con la nación de Hai en Josué 8. Interesante es que cayeron ante Hai por el mismo motivo; pecado en medio de ellos y no juzgado. Creo que vemos en su forma de ganar algo que nos habla de una actitud de humildad, continuando en lo que parecía la perdida. “Mas los hijos de Israel decían: Huiremos, y los alejaremos de la ciudad hasta los caminos… Y derrotó Jehová a Benjamín delante de Israel.”
No tengo comentario sobre el voto de negar a Benjamín después las esposas ni tampoco de la forma que encontraron para superar el problema. (Acaso uno o más de mis lectores me pueden comentar.) Ni su voto o su solución me suena como hubiera sido la forma correcta para corregir un juicio que llevaron demasiado lejos, y acaso servía para ejemplo después del trato que hizo Jefté con sus hermanos de Efraín, otro juicio demasiado fuerte. Es quizás por estos extremos que en las denominaciones de cristianismo han decidido que es mejor ni intentar la disciplina; es difícil ejecutar y fácil hacer mal. Pero a pesar de su dificultad, sabemos que el libro de 1 Corintios nos indica su necesidad. Ojala que habrá en nosotros la clase de humildad que por fin se descubrió en Israel ante el desastre de Jueces 19 y 20.
30 septiembre de 2018